*Por Alejandro López T., Docente FI UdeC, Ingeniero Civil Aeroespacial UdeC, MSc Space Systems Engineering, Delft University of Technology.
Si bien en lo personal no soy muy asiduo al fútbol, no se puede desconocer el impacto que tienen sobre la sociedad. Sus jugadores y líderes se transforman en símbolos que pasan mucho más allá de la cancha. Hoy Elon Musk es el capitán de un equipo en Space X, que se ha convertido en una de las empresas más vistosas del mundo con el exitoso lanzamiento y retorno de astronautas a la estación espacial internacional y la ambiciosa misión de convertir a los humanos en una civilización multi planetaria.
En medio de la mayor pandemia del último siglo, nuestras estrellas han sido las personas que enfrentan directamente los efectos de la enfermedad y quienes nos permiten mantener los servicios para guarecerse en casa. En este contexto el valor simbólico de ir al espacio, desplegado magníficamente por el aparato comunicacional estadounidense al difundir la misión privada a la ISS usando un vehículo (Falcon-9) y cápsula (Dragon Crew) desarrollados por privados con un significativo y decido apoyo gubernamental continuado por varias administraciones y respaldado por alrededor de 7.5 billones de dólares y estrecha colaboración entre los equipos de NASA y Space X por casi 15 años, fue una justa y necesaria pausa que nos devuelve la fe en las capacidades humanas. El diferenciador que ha permitido a nuestra especie progresar a los niveles actuales ha sido la habilidad de cooperar en grandes números a través de mitos comunes.
Es así como miles de personas, muchas de las cuales no se conocían, cooperaron durante décadas para lograr el hito del pasado 30 de mayo, con el despegue del Falcon-9 con destino a la ISS. Lo anterior en un camino con obstáculos y un nivel de incertidumbre significativo que no inmovilizó el recuperar la capacidad de ir al espacio desde EEUU.
Los humanos, cooperando, fueron capaces de poner pies sobre la Luna hace 51 años. Y si bien, nuestra vida cotidiana se ha visto severamente afectada por la pandemia, seguimos escuchando de misiones a Marte, el regreso de los astronautas a salvo desde la ISS y una serie de iniciativas que empujan las fronteras de la tecnología y el conocimiento inspiradas por la exploración espacial y también atendiendo muchas necesidades en la tierra como las comunicaciones y la navegación. Chile, sin muchos saberlo, ha sido parte desde el inicio de la era espacial, apoyando desde su territorio las operaciones a través de estaciones terrestres. Debemos aprovechar la “pausa forzada” para pensar cómo y en qué nos involucraremos, dado que no podemos quedarnos debajo de la ola que significa la Industria 4.0 y el New Space, estos serán los drivers del tan esquivo desarrollo, y el espacio presenta una oportunidad única para guiar los esfuerzos colaborativos necesarios.
He aquí la importancia del proceso, acaso no nos sentimos todos nerviosos y ansiosos en la cuenta regresiva, y parte de esa misión. Pocos hemos sido afortunados de estar en una cuenta regresiva con algún desarrollo propio a bordo, la experiencia es indescriptible, pero el orgullo nacional de esto trasciende y nos une como sociedad.
Quizás lo que muchos no saben, es que varias de estas maravillas usadas en la salud derivan de la exploración espacial y sus necesidades extremas. Que un desarrollo científico tecnológico de primera línea, permeó luego para el beneficio de la humanidad, en las manos de hábiles técnicos y profesionales, quienes “armados” con ellas han mejorado significativamente la calidad de vida de nuestra sociedad.
Chile requiere su Luna, una misión que no sea de alcanzar si no de dar un salto y tomar la delantera, apostar por la disrupción en un área de base científico tecnológica que nos permita agregar alto valor ya sea a través de productos o servicios. El espacio, por su perspectiva global, ambiente de micro gravedad, característica misteriosa, lugar de cooperación presenta una tremenda oportunidad que se puede materializar al participar y capitalizar de la economía espacial creciente (aún en tiempos de pandemia) por su rol en nuestra vida diaria.