Uno de los emblemas de la Facultad de Ingeniería es, sin dudas, Ramón Lillo González, quien se desempeña como funcionario desde 1967, siendo una de las personas más reconocidas por parte de la comunidad de ingeniería.
Sus inicios se remontan a la Facultad de Química como electromecánico. “Fui el primero que llegó a embobinar a la facultad, también hacía instalaciones eléctricas, reparaba motores y equipos”, cuenta Ramón sobre sus primeros años en la UdeC. En ese tiempo, le llegaban constantemente pedidos por parte de – en ese entonces – Escuela de Ingenieros de Ejecución para hacer transformadores necesarios para el aprendizaje de los estudiantes “ahí me conocieron y me propusieron venir a trabajar a Ingeniería, postulé al cargo y en 1974 llegué aquí”.
Ramón ha sido participante y testigo de los cambios y crecimiento que ha tenido la Facultad de Ingeniería a lo largo de los años. “La Ejecución se unió con Eléctrica, en realidad se absorbió, y se pasó a llamar todo Ingeniería Civil. He visto los cambios de infraestructura, cómo ha ido creciendo la universidad desde que llegué; en esa época todavía se estaba terminando este edificio (Tecnológico Mecánico). Eléctrica, por ejemplo, estaba recién iniciándose”, dando cuenta de las diferencias que ha presenciado en sus años como parte de la facultad.
Más allá de los cambios de infraestructura que ha visto, el jefe de taller mayor ha sido una pieza constante en la formación de generaciones de estudiantes “tengo mucha comunicación con los alumnos, algunos que recuerdo con mucho cariño. Muchos de los actuales profesores, practicaron conmigo en sus tiempos de alumnos de pregrado o postgrado en los laboratorios de todo lo que es motores, máquinas, el mismo profesor Juan Tapia, doctor en ingeniería eléctrica”, afirma con alegría.
Respecto a su relación con la Facultad de Ingeniería y su comunidad, Ramón Lillo dice sentirse feliz “me he sentido tremendamente cómodo aquí. Aquí soy una persona querida y de la misma forma yo quiero a esta institución”.
Una de las piezas arquitectónicas más emblemáticas de la UdeC, el campanil, también ha sido parte de los trabajos realizados por Ramón. “En un momento hubo serios problemas con el reloj del campanil así que nos subimos con el jefe de manutención que tenía en esa oportunidad y lo reparamos, nunca más tuvo esa falla”, dando cuenta que su labor está presente en el día a día de toda la comunidad universitaria.
Pero su trabajo no solo queda en la Universidad de Concepción ya que otras organizaciones han requerido de su conocimiento y experiencia en el pasado, “una vez había un problema terrible en una de las grúas de ASMAR. Mandaron el motor grande a Santiago a que lo repararan y no funcionó nunca bien. Preguntaron a la UdeC y me pidieron si yo podía hacerlo y lo reparé”. Además, cuenta que en otra oportunidad “la Armada tuvo un problema en el sistema de cargas de baterías de unos submarinos, también lo solucioné”
Ramón espera seguir contribuyendo al aprendizaje y la formación de profesionales tal como lo ha hecho los últimos 55 años, en los que sin duda ha dejado una huella en los edificios de la facultad y en la memoria de las y los estudiantes.